Amados hermanos y hermanas en Cristo,
Hoy nos adentramos en los santos pasajes de Génesis 1:27 y 2:7 para explorar la maravillosa y sagrada institución de la familia. En estos versículos, encontramos tesoros profundos y eternos que nos revelan el divino diseño de la familia tal como lo planeó nuestro Creador.
Génesis 1:27 (NVI): “Así creó Dios al ser humano a imagen suya; lo creó a imagen de Dios. Hombre y mujer los creó.”
Oh, hermanos, en estas palabras encontramos el sello mismo de Dios en la familia. Dios nos creó a Su imagen y, en Su sabiduría infinita, creó al hombre y a la mujer. Aquí, en la génesis de la humanidad, vemos una unidad divinamente decretada, una igualdad y un propósito que nos recuerdan que la familia es un don sagrado de Dios. En su seno, encontramos el reflejo mismo de la Trinidad divina: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Génesis 2:7 (NVI): “Entonces el Señor Dios formó al hombre del polvo de la tierra. Sopló en su nariz aliento de vida, y el hombre se convirtió en un ser viviente.”
¡Qué belleza y significado encontramos aquí! Dios, el Gran Alfarero, formó al hombre del polvo de la tierra, modelándolo con Sus propias manos. Luego, insufló el aliento de vida en su ser, y el hombre se convirtió en un ser viviente. Así, la familia no es un mero accidente de la evolución, sino una creación divina, un acto soberano del Creador mismo.
Queridos hermanos, estas Escrituras nos enseñan que la familia es un lugar de vida y crecimiento, donde el amor florece y se nutre en el abrazo de los seres queridos. Es un lugar de formación, donde se moldea el carácter y se refleja la imagen de Dios en la unidad y la diversidad de sus miembros.
En la familia, vemos el reflejo de la gracia divina, el perdón y la paciencia. En su seno, se nos brinda la oportunidad de amar, cuidar y apoyar a quienes nos rodean. Así, la familia es un don divino, una bendición que debemos honrar y proteger.
Que estas verdades nos inspiren a vivir en armonía y amor en nuestras familias, y que nos lleven a agradecer a Dios por este regalo extraordinario. En el nombre de Jesucristo, amén.
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